domingo, 23 de enero de 2011

Un depredador de costumbres sencilla

Fernando Alonso huye del glamour y es intransigente con la victoria a la vista

POR JOSÉ CARLOS J. CARABIAS
30/10/2010

En su caso nunca se sabe qué fue antes, si el huevo o la gallina. ¿Prendió el gen competitivo en Fernando Alonso por herencia familiar o lo adquirió en la Fórmula 1? Interrogado el protagonista, tampoco aclara la incógnita. «Cuando era pequeño, mi padre me llevaba a ver carreras de rallys, motos y demás, y siempre iba con el que llevaba el número 1. No apoyaba al español o al asturiano, iba con el número 1».

Alonso es una bestia de la competición, adscrito al lema que un día propagó el francés Laurent Fignon. Con el rival no se pacta, se pelea. Así entiende su profesión el asturiano. La Fórmula 1 es como el juego de las damas: comer o ser comido. En el caso de Alonso, ese modo de vida lo lleva inoculado en su código genético. No acepta la derrota, ni en los circuitos ni en una pachanga con amigos. Al tenis, al baloncesto o al ciclismo, es intransigente con la victoria a la vista.

Caso digno de estudio para un tipo introvertido como él, tímido hasta la exasperación, que nunca se metió en un lío en el colegio Santo Ángel de la Guarda o en el Instituto Leopoldo Alas Clarín de Oviedo. Sus compañeros lo recuerdan como un chaval educado, remiso en la comunicación con los demás y muy ligado a su familia: su padre José Luis, ex técnico en explosivos en una fábrica en La Manjoya —próxima a Oviedo—, su madre Ana, ex empleada de El Corte Inglés, y su hermana Lorena, médica de profesión. Un clan amable que tiende al silencio antes que a la locuacidad.

«De siempre, en el colegio, en el instituto, en todos los sitios donde estuve, no tenía grandes amigos ni grandes enemigos —contó el piloto a ABC—. Pasaba completamente inadvertido. Y sigo siendo la misma persona».

Pasión por el ciclismo
Un individuo rutinario, poco amigo de la noche, al que le gustan casi todos los deportes y que permanece más tiempo en silencio que gastando palabras. Nunca habla de más. Sus hábitos son comunes a cualquier mortal. Le gusta ir siempre a los mismos hoteles cuando viaja con la Fórmula 1, prefiere las cosas conocidas antes de adentrarse en las aventuras, salvo que tengan que ver con el deporte y en particular con el ciclismo, su gran pasión.

El pasado verano, como suele hacer cada agosto, organizó una mini Vuelta a Asturias en bicicleta, subiendo puertos cercanos a Oviedo, casi a nivel profesional. En forma como está y apasionado con su Colnago blanca, resulta imposible seguir su rueda lanzado como una centella.

Come casi por obligación. En su chalet suizo próximo al lago Leman, en la casa de sus padres a las afueras de Oviedo o en los circuitos de medio mundo, apenas prueba bocado. Y cuando sale a cenar, siempre vigilado el terreno con antelación por su grupo de asesores, prefiere una buena pizzería a un restaurante cinco tenedores último grito. Es decir, elige la normalidad antes que la tontería fashionista y glamourosa de la F-1.

Ocio
«A veces me gusta no hacer nada en particular. Llego a casa, compro comida para varios días y me tumbo en el sofá a ver la tele o a jugar a la play», ha confesado. Cuando se le preguntan por sus gustos literarios o cinéfilos, tan al uso para retratar a cualquier persona, Alonso contesta «no me dio por los libros», y en cuanto al séptimo arte, resume: «Me gusta el buen cine».

Tiene una fijación enfermiza con las arañas, los insectos y cualquier tipo de bicho similar. Luce una colección extensa de coches teledirigidos. Le gusta componer canciones y mezclar música en el ordenador, según dice mucho antes de conocer a su mujer, la cantante de El Sueño de Morfeo, Raquel del Rosario. Es hincha del Real Madrid y añora acudir a la grada del Bernabéu como un seguidor más. Sabe con exactitud el dinero que gana. Y cuando penetra en internet, lee la prensa, busca juegos y música, en especial pop español y los Red Hot Chili Peppers.

Pasajero por el planeta, adora Australia —por la amabilidad y el buen rollo de sus gentes— y Japón —por la tremenda diferencia del país respecto a Occidente—. Siempre viaja con su ordenador portátil.

Y en los últimos tiempos, ha expresado sus intenciones de futuro. Quiere montar un equipo profesional de ciclismo —intentó un compromiso de Contador el verano pasado— y una cadena de restaurantes. Ya ha lanzado su marca de ropa, Faster. Por saturación o llámese x, no quiere ninguna vinculación con la Fórmula 1. «Me iré a casa», asegura.

Mientras tanto, con su tercer Mundial a la vista, mantiene su leitmotiv. «¿Hay algo que te moleste más que perder?», se le pregunta. «No, no creo», responde.

Abc.es

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