13/4/2003
Quienes le conocen afirman que la sencillez y una precoz madurez recubren la personalidad de este joven ovetense de 21 años criado sobre circuitos de velocidad. La firmeza de su carácter sobresalió hace siete días, cuando, tras colisionar a 260 kilómetros por hora contra los restos de un monoplaza en Brasil, mantuvo la serenidad que se les presupone a los pilotos experimentados. Y Fernando Alonso lo es, porque, a pesar de que su debú en Fórmula-1 se produjo en 2001, lleva compitiendo desde los tres años, cuando le regalaron su primer kart.
Una juventud pasada a toda marcha, durmiendo en el asiento trasero del coche mientras su padre conducía rumbo a Italia para que aquel adolescente participase en sus primeras pruebas internacionales. «No ha sido un camino de rosas», afirma. Pero Alonso, campeón en todas las categorías del 'karting', lo ha recorrido por una razón: «Desde pequeño me ha gustado competir y no perder en nada». No cree haber nacido sólo para las carreras; sin embargo, las domina. El próximo domingo será la siguiente, precisamente en Italia, donde se recupera del siniestro. «El viernes comencé el tratamiento con láser, ultrasonidos, masajes, de todo. En dos o tres días estaré en perfecto estado».
-¿A qué velocidad iba en el momento del accidente de Interlagos?
-Era la zona del inicio de la subida que da acceso a la recta de meta; rodaba a unos 260 kilómetros por hora.
-¿Qué sintió al ver los trozos de coche en medio de la pista?
-Nada en especial. Sólo que se había acabado la carrera. Y después del accidente, comprobar que no tenía nada roto y que no iba a tener problemas para recuperarme enseguida.
La cara del miedo
-¿Y nada de miedo?
-Te da poco tiempo para sentir nada, pero algo sí. Cuando colisioné contra aquella rueda, se me enganchó debajo del coche; me quedé sin dirección y salí lanzado contra la pared de neumáticos, sin poder frenar. Luego reboté y me fui hacia el lateral contrario de la pista. En ese momento ves que se te acerca de nuevo la barrera y piensas que debe de estar bastante dura. Lo único que te domina es una sensación de impotencia.
-¿Es la primera vez que ve las cosas tan negras?
-No, porque ya he tenido algún accidente parecido. Sólo te das cuenta de la velocidad a la que conduces cuando te sales de la pista. Se va muy rápido y cualquier problema, un fallo, una avería, dispara esas mismas sensaciones. Ves llegar el muro de protecciones a toda velocidad.
-¿Qué le ofrece la Fórmula-1 a cambio de ese riesgo?
-El riesgo forma parte de mi vida y me ofrece lo que siempre he querido, competir. Desde los tres años, cuando participé en mi primera carrera, viajo con el riesgo encima.
-¿Se imagina su vida si su padre no le hubiese regalado aquel kart?
-Supongo que habría dirigido mis pasos hacia algún otro deporte. Me gusta la competición, y me hubiera sacrificado y entrenado para llegar lo más lejos posible. Como ciclista, futbolista Aunque no sé si hubiera alcanzado el máximo nivel, como he logrado en el automovilismo.
-¿Cuándo se dio cuenta de que lo suyo eran las carreras de coches?
-Nunca, casi ni ahora mismo. Es algo que me divierte, que me gusta; además, me está saliendo bien la apuesta. Lo he dado todo por la competición automovilística y, de momento, no me puedo quejar. Pero no creo que haya nacido sólo para las carreras y que no sirva para otras cosas.
-¿Qué pasará si no alcanza los triunfos que todos esperan?
-Nada, aunque parece que soy el único que está preparado para ello. Hay un momento de euforia que hay que aprovechar para potenciar nuestro deporte, pero sé que vendrán tiempos difíciles. Yo estoy mentalizado; hay que ser realista, mejorar mucho y luchar por metas más altas. Si se pueden conseguir resultados como los de estas primeras pruebas del Mundial, perfecto, pero hay que reconocer que han sido fruto de carreras 'revueltas'. Sin embargo, aprovechar los fallos de los mejores es también una virtud. Hay que estar ahí y, por ahora, lo vamos consiguiendo.
Un juego
-¿No es demasiada presión competir desde tan pequeño? ¿Quizá durante un tiempo lo consideró sólo un juego?
-No es mucha presión y nunca lo he considerado un juego. Bueno, tal vez los tres o cuatro primeros años. Después, cuando cumplí los diez, dejó de serlo. No me gustaba perder. Si no me lo tomo en serio, no me lo paso bien, y para estar en esto muchos años hay que disfrutar.
-¿Se ha dejado mucha niñez por el camino?
-No ha sido fácil, ni un camino de rosas. He tenido que hacer muchos viajes solo o durmiendo en el asiento trasero del coche mientras mi padre conducía. Salíamos de Oviedo y llegábamos a Italia día y medio después, corría y de vuelta a Asturias, para ir al colegio. Habrá mucha gente que quizás no sepa estas cosas y que piense que he llegado a la Fórmula-1 por una varita mágica. Detrás de cada logro siempre hay un sacrificio importante.
-¿Tanta importancia le da a la victoria?
-Cuando tenía cinco años, salía con mi madre para ir al colegio, que está a quinientos metros de casa, y le daba un poco de ventaja, hasta la esquina; después, salía corriendo para ver quién llegaba antes. Ella me permitía ganar porque yo ponía tanto empeño que me dejaba el hígado. Competía por todo, nunca me ha divertido caminar por caminar.
-¿Qué papel juega la familia en su trayectoria? ¿Sigue los consejos paternos?
-Siempre tenemos que seguir los consejos paternos. Y, en mi caso, aún más. Vengo de una familia modesta, y ahora estoy rodeado de gente, grandes hoteles, un equipo enorme que trabaja sólo para mí A veces, eso te ciega y no ves la realidad. Desde fuera se observan las cosas mejor; por eso son muy necesarios los consejos que te dan los tuyos. Sus opiniones son muy importantes.
-¿Su madre ve las carreras por televisión? ¿Qué le comenta?
-Claro que las ve, pero no dice nada especial.
-Después del accidente, ¿con quién habló primero?
-Con mi padre, mi madre y mi hermana. Con todos a la vez, porque les llamé desde el hospital con el teléfono de Adrián -Campos, su 'manager'-. Se pusieron uno en cada aparato de casa. ¡Hice una rueda de prensa familiar!
-¿No quema mucho estar dando vueltas por el mundo?
-Sí, cansa bastante. Te das cuenta a final de temporada; los viajes se hacen cada vez más pesados. Después de Navidades viene el coche nuevo, ilusiones renovadas, recargas las 'pilas' y arrancas otra vez con ganas. Pero, durante el año, sí se acumula cansancio. Este mundillo quema un poco.
-¿Cómo lleva lo de la popularidad?
-Tengo bastante claro que sigo siendo el mismo, así que lo llevo bien. Soy consciente de que, en cuanto vengan un par de malos resultados, ya nadie te va a saludar o te va a llamar con el mismo calor. Somos así. Agradezco mucho que la gente me conozca y se preocupe por mí. Estoy encantado, pero no me produce una satisfacción excesiva.
-¿Se echa de menos ser un joven anónimo?
-En ocasiones, sí. No por estos éxitos recientes, ni desde ahora; desde que corría en la Fórmula Nissan. No estoy en casa casi nunca, siempre de viaje. No puedo hacer muchas cosas que hace un joven de mi edad. Es el tributo al trabajo y a la profesión que tengo.
-¿Qué piensa de la gente que ahora se le arrima cuando antes no le hacía ni caso?
-Las cosas son así y no se pueden cambiar. Esta gente no ayuda cuando más se la necesita. Seguro que hay pilotos en el 'karting', por hablar de mi deporte, que podrían llegar lejos, pero no tienen respaldo. Cuando estás arriba, todo el mundo te quiere y te apoya. Eso no tiene arreglo.
-¿Es consciente de que muchos jóvenes le han convertido en su ídolo? ¿No añade más responsabilidad a su vida?
-Ahora tengo que llevar las patillas rectas; si no, todos las querrían llevar torcidas (risas). No siento esa responsabilidad extra, aunque soy consciente de que, desde hace más o menos un año, no puedo hacer algunas cosas que se me pasan por la cabeza. Tengo que guardar una imagen y una compostura. No puedo aparecer en determinadas actitudes o situaciones.
-¿Cómo supera la tensión anterior a una carrera?
-De ninguna manera especial. En algunas carreras estás más relajado, incluso puedes echar una siesta antes de la prueba, durante los tiempos muertos. En otras, la tensión se libera hablando con el ingeniero sobre la puesta a punto del coche o cogiendo un cojín en la habitación de los pilotos, en el propio circuito, y golpeándolo contra la pared o contra el preparador físico que está contigo, para jugar un poco. Ya ve, nada especial, lo que me sale de dentro.
Hacer el tonto
-¿Le gusta la lectura?
-Sí, pero es por épocas. Igual en una semana leo dos libros que estoy dos meses sin leer; depende de cómo me dé. Me gustan las novelas policiacas, tipo Sherlock Holmes.
-¿Por qué vive en Oxford?
-El equipo tiene la sede allí y es importante estar cerca de ellos. Hacer un piña en todos los aspectos, ir a comer a la cantina... Es una forma de hacer grupo, y eso se nota después en el ambiente de la Fórmula-1, cuando aparecen las tensiones.
-¿Qué opina cuando ve a alguien por la autopista a 200 km/h?
-Pues que, seguramente, estará haciendo el tonto, por muchas razones: igual no tiene el coche apropiado o ni siquiera está preparado para eso. Pero, sobre todo, porque hay sitios para correr más adecuados, como los circuitos. Me parece una irresponsabilidad cuando veo familias que van a toda velocidad por la carretera, y además sin prestar atención. Se te ponen los pelos de punta. Aunque también es verdad que, en muchas ocasiones, los accidentes no son culpa de la velocidad en abstracto, sino de ir rápido donde no se puede.
-¿Qué coche tiene?
-Un Renault Megane DCI, que va perfecto. Tiene una línea bonita y original, y además no gasta nada.
lunes, 13 de julio de 2009
El riesgo es mi vida
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Poleposition
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14:11
Etiquetas: Entrevistas 2003
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