domingo, 12 de julio de 2009

Alonso no come niños

Por zapi 15-01-2009

El piloto español es conocido por no ser un gran relaciones públicas. Que no sea hábil en su puesta en escena, no implica que sea un mal tipo, porque no lo es.

Hace unos pocos años era complicado seguir la actualidad sobre la Fórmula1 en medios no especializados. Unas líneas sin foto al final de una solitaria página al lado de la información sobre badmington, petanca o bolos pasiegos era con lo que la prensa nacional castigaba al aficionado pasados un día -o dos- de una carrera disputada en ignotos lugares del orbe como Francia o Brasil. Alonso ha llevado el automovilismo a las portadas, a las dobles páginas y a los programas especiales de Informe Semanal... un pelotazo.

Él solito se ha llevado al punto de mira de medios y opinión pública muy a su pesar. De carácter intimista, tímido y poco dado a expresarse abiertamente, está sometido al escrutinio permanente en pruebas, entrenamientos y actos públicos. La fama de hosco y borde no es más que la respuesta lógica de un tipo normal ante una presión anormal. Cierto es que otros –un ejemplo es Valentino Rossi- llevan esta parte fundamental de su profesión con un tesón impagable, pero el asturiano, sencillamente, no disfruta de su popularidad.

Tiempo le costó reconocer su matrimonio con la cantante Raquel del Rosario porque no le gusta que se conozca demasiado su vida privada. Pasar de ser un perfecto desconocido a que se organicen manifestaciones a la puerta de la casa de tu familia no debe ser un trago agradable, y menos aún cuando dentro de esa marabunta ruidosa se encuentran varios paparazzis apostados al otro lado de la calle escudriñando con sus cámaras los quehaceres diarios de los Alonso. Su padre, José Luís, ha tenido más que palabras en alguna ocasión con ellos al salir a la calle.

Alonso no es un buen tipo; es un gran tipo. Lo es. Se enteró hace un tiempo de que un chico de Oviedo con una enfermedad terminal sin fuerzas para moverse dentro de su casa resucitaba y se llenaba de vida al saber del carrerista por la televisión. Aquello llenó de calor el corazón del bicampeón que regaló su tiempo una buena tarde que decidió plantarse sin previo aviso en casa del chico. ¿Éso qué vale?, no qué cuesta, sino ¿qué valor tiene?. Con un gracias bastó y el de Renault se volvió a su casa por donde vino dándose por pagado con aquella sonrisa. Sin fotógrafos, sin cámaras, sin testigos. Nadie patrocinó este acto.

Tengo otra. El Nano sale a jugar al baloncesto en un parque cercano a su domicilio suizo. Con frecuencia lo hace solo y a veces juega con los críos que se topa. Tras varios días “entrenándose” con semejantes preparadores físicos un día ocurrió algo perturbador: comenzó el colegio. Alonso, cabizbajo, con el balón apoyado en la cintura y viéndose sólo en la cancha debió pensar “¿y ahora con quién juego?”.

Todos estos pequeños detalles de su vida dan un perfil de la enorme humanidad de un tipo con cartel de orco de película. Jaime Peñafiel dijo una vez de él que sabía perder pero no sabía ganar. Lo que no contabiliza el comentarista del corazón es que cuando ganas dos campeonatos del mundo de F1 se te acumulan los problemas... los ajenos.

Soitu.es

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